Cuando algo se hace bien, siempre estará bien.
Se dice que fue el primer helecho aromático que se lanzó al mercado en 1973. Y tal vez esto no sea del todo exacto, pero nos da un poco igual la exactitud histórica, el punto es que para 1974 las fragancias masculinas habían cambiado para siempre, lo que es importante es que el bien ya estaba hecho. Alea iacta est.
El mundo venía de los perfumes de barbería y los cítricos de baño; refrescantes, delicados y poco intrusivos y, de repente, tout à coup, apareció él Bosque. Él bosque umbrío, él bosque laurisilvo, él bosque húmico, él bosque galaico. Y todo deviene rotundo, intrusivo, potente, agreste y determinante. Y apareció entonces la Familia Fougère o Helecho.
No me gusta demasiado la denominación buscada. Siento que le hubiera bastado con llamarse Familia Forêt, Familia Bosque. Tal vez un invento de algún mercadólogo que creyese que lo de Fougère resultaría más llamativo cuando la realidad es que los helechos huelen más bien poco. Pero, en fin, son cosas de los sustantivos y de los calificativos.
Para desgracia de los helechos, de los barbería y de otra multitud ingente de perfumes, la IFRA (The International Fragance Association) ha restringido el uso de la cumarina en los perfumes, bajo la acusación de producir reacciones alérgicas. Esto resulta cuando menos, un poco esperpéntico puesto que la Canela Cassia sigue vendiéndose para consumo humano en todos los supermercados, y su contenido en cumarina roza lo peligroso para el hígado. Mejor utilizar Canela de Ceylán que, por otra parte, es más dulce, aromática y delicada. También las coles van bien provistas de cumarina y no las prohíben.
En fin, que ese aroma tan típico de la cumarina que mezcla el dulzor de la vainilla, con toques cítricos y matices de caramelo y miel, ha sido sustituido por no se sabe qué.
No obstante, debo de decir que PACO RABANNE POUR HOMME sigue oliendo muy parecido al de antaño y con unas prestaciones similares.
Nos encontramos ante un Fougère Verde. Y digo esto porque no hablamos de un Fougère powerhouse. Es una explosión boscosa verde de la vertiente de la lavanda, el romero, la esclarea y el geranio. Son aromas secos, dentro de su verdor, como lo es la hierba verde; secos, dentro de su jugosidad. Son como los amarettos que no se sabe bien si son dulces o amargos; que esas percepciones que fluctúan entre diversos matices que sorprenden y agradan. Pero desde su comienzo, están muy presentes tanto el musgo como el almizcle blanco, que potencian el verdor oscuro, como el abrazo de un gnomo gaélico, que te oxigena, te da vigor y te infunde vitalidad. Es una fragancia ideal para una mañana que despierta, pero se puede usar en cualquier momento del día. No llega a poseer ese dulzor delicado y tenue de los perfumes de Barbería, pero el sucedáneo de cumarina y el haba tonka, le otorgan un sutil fondo evasé de loción clásica de afeitado.
Mi padre la usaba, le encanta cuando consigue tester antiguos, lo he visto varias veces dar la vuelta el frasco y leer las notas. Pero hace mucho que no lo hace y recientemente terminó su última botella de aquellos años. Aun lo recuerdo mencionando las notas “Lavanda – Bergamota / Geranio – Musgo / Vetiver – Cedro – Ámbar – Tabaco.” Tristeza me daba ver a mi padre preguntar siempre, a donde fuéramos, si acaso tenían una botella; así que me tome la tarea de conseguirle una botella de aquel brebaje que tanto adora; pero fue imposible, al menos en mi ciudad, entonces me voltee a la estantería en donde descansan pacíficamente los contratipos que tengo disponibles.
Me di de lleno y de frente con BASE FRANCISCO, que resulta estar de una forma excelente, más por duración que por proyección, aunque siempre es conveniente hiperdosificar. Es una esencia increíblemente parecida. No lo niego, se que habrá quien diga que es un perfume anticuado, porque no es ni gourmand, ni fruitchouli, ni nada que se le parezca, pero vamos, esas mismas personas no soportarían caminar por un bosque o un monte verde (digo yo), puesto que ese es el aroma del que hablamos. Estos críticos, son veinteañeros en su mayoría, que como pierden la señal del móvil, sienten que se les va la vida.
Yo soy afortunada porque puedo disfrutar de las chuches perfumeriles y de los chipres lacerantes, sin olvidarme de los animálicos urinarios y genésicos y pasando por los florales palabra de honor. ¡Con lo bonito que es poder disfrutar de todo! Y con lo maravilloso que es poder simplemente levantarme y tomar un vial al azar para definir sus notas, para averiguar a dónde me lleva.
Dicen que la memoria olfativa no se va, que no se pierde, que evoca sentimientos… Luego de tomar este vial, me atrevo a decir… Es verdad. No me arrepiento de haber engañado a mi padre vendando sus ojos y ofreciéndole un par de atomizaciones a ciegas. Quedo encantado, es la fragancia que él recuerda. No me cabe duda que fue esta esencia la que sentó las bases para muchas fragancias que vinieron después, resaltando ese lado verde, pero claro, agregándole otros matices.
Algunos comentan que es mejor en clima frío, no lo creo del todo, se puede usar para el día a día atomizando bastante y de igual manera se puede usar de noche pero personalmente es preferible para noche… Climas desde frescos a cálidos, primavera, otoño y verano en días no tan calientes, para ello es perfecto. En general su carácter fougere y aromático le permiten ser usada en climas cálidos, pero sus notas dulces piden no usarla en temperaturas tan altas. Por citar al buen señor del canal “Ike Does Stuff” al referirse a estos perfumes: “Es tan viejo que es nuevo otra vez”. Requiere de cierta personalidad, vestimenta y no ir vestido de manera aleatoria, no se usa con pantalones cortos y tampoco con joggers, camisetas, sudaderas ni ropa moderna… Recomiendo camisa de franela estilo vintage y jeans de corte recto y mezclilla rígida negro o azul neutro, nada de skinnys con fade, igual se puede usar formal, tiene cierto toque funky de los 70 por el almizcle y notas dulces… Se mezcla excelentemente con el tinte del cigarrillo rojo y tabaco de pipa.
Tiene ese punto de perfume antiguo que se huele como con bordes, crudo, agreste, no refinado ni pulido, logrado solamente por medio de mezclar notas individuales provenientes de aceites esenciales con un gotero y en un frasco y solamente agregar alcohol, contrario a los perfumes perfectamente pulidos de la actualidad basados en aromaquímicos. Los dos tienen su mérito pero me muero con los perfumes vintage en ese sentido por esta sensación artesanal y cariñosa. Es como comparar una grabación de autotune moderna perfectamente pulida contra un jam de Stevie Wonder o todavía anterior de Charlie Parker que eran de una sola toma y totalmente orgánicos, los dos son agradables pero uno parece tener una sensación más confortable para mí, personalmente. Es mucho menos dulce, más floral, más almizclado, más musgoso, incluso me parece que menos aromático y más lavanda, seguramente muchísima miel y miel de verdad, animálica, alicorada, civetosa, yo a BASE FRANCISCO lo encuentro mucho más bello…
Mi padre comenta que comienza dándonos una de las mejores notas de Musgo de la perfumería. Un musgo intenso con tonos cítricos aportado por la bergamota. Cuando este fulgor empieza a calmar salen lentamente la lavanda y el geranio en un combo floral de lo más bello y orquestado. Estas flores nacen en ese halo herbal volviendo a la fragancia más cremosa, pero sin perder esos tonos cítricos. Las maderas se van sintiendo rápidamente, el cedro y el vetiver son claros. Un suave toque de tabaco, que le da cierta terrosidad a la fragancia, pero no es para nada un tabaco punzante ni destellante.
¡Qué belleza de fragancia! Es una frescura única, no es ni muy herbal, ni muy cítrica, ni muy amaderada, ni muy floral, está en el punto justo, claramente este equilibrio aromático la convirtió en un clásico de clásicos. La nota de ámbar le da ese tono resinoso cálido que se va sintiendo cuando va desarrollándose aún más.
Recomiendo, por lo menos, intentar con ella, al menos para no perderse esta maravilla eterna, como eterna es BASE FRANCISCO.